El rosa y la demonización de la hiperfeminidad
- Camila Ramirez
- 23 jul 2023
- 7 Min. de lectura
Actualizado: 8 ago 2023
Admito que hubo varias veces -hace años- en las que me sentí incómoda por vestir rosada de pies a cabeza. En su momento, sabía que reflejaba un estereotipo infantil y por eso tuve una fase muy corta de "odiar" el rosa -aunque en mi interior fuera mi favorito-.

Ahora, no niego que mis películas de confort son los clichés románticos, con protagonistas ultrafemeninas, divas que aman la ropa, los detalles tiernos y es por eso que hoy, en defensa de ellas, descubriremos de dónde nace el odio irracional hacia la hiperfeminidad y cuál fue el impacto de “la bimbo” del cine occidental en la cultura popular.

Traducción - @shypley: "no puedo creer que le dieron a la princesa Peach una personalidad"
@_pixlsugr: "Ella ya tenía personalidad solo que ustedes relacionan lo
femenino con lo vacio porque no lo encuentran intertesante".
Un color polémico
Es interesante cómo el color rosa, misteriosamente terminó adaptado al género femenino. En un principio -en la cultura europea- se catalogó como un rojo desvanecido asociado a lo masculino, gracias a pinturas religiosas en las que aparecía el Niño Jesús envuelto en un traje rosado y por el contrario, la Virgen María, con un manto azul índigo.

En la historia universal, se cuenta que en el Rococó (1730-1760) con los avances textiles, químicos y la aparición de María Antonieta, conocida por adorar la moda, ser presumida y derrochadora pero también, por ser la pionera del color rosa pastel y cambiar los tonos que vestía la burguesía. Introdujo junto a su modista Rose Bertin, el terciopelo, los encajes, los tocados extravagantes y los abanicos con hilos metalizados de todos los colores.
Tanto ella, como Madame Pompadour, amante de Luis XV fueron las dos mujeres de la historia que cambiaron el significado de color rosa en Europa, pues sus actitudes y manera de vestir, lo ataron a la seducción, frivolidad y por ende, a las mujeres.

Sin embargo, es importante reconocer que los matices rosados han estado presentes desde siempre en culturas orientales y latinoamericanas, tanto en hombres como mujeres.
En la India, el rosa benaglí se utiliza para los turbantes que llevan los hombres en sus bodas; en Tailandia es el color de la suerte y en Latinoamerica, cobra vida con las pinturas rupestres Mayas y los colorantes naturales entre ellos la cochinilla o el achiote, que tiñeron de rosa pálido los textiles prehispánicos.
Un tono asociado a la diversidad y cosmogonía indígena que extraería la diseñadora italiana Schiaparelli en 1936 para crear su shocking pink, tomado de los chales fucsia de las mujeres quechua de la Cordillera de los Andes.


Los conceptos del color norteamericanos y europeos se expandieron por todo el globo y terminada la guerra, en la década de los cincuenta, el rosado chicle invadió la decoración y el vestuario femenino, reflejo de la "delicadeza e inocencia" que emanaban las mujeres hogareñas.
Además, nace el término "rosa" dedicado a asuntos tribiales, o sea, para mujeres. La prensa rosa, con temáticas de belleza y cuidado; la zona rosa, con tiendas de moda, entretenimiento y por supuesto, las novelas rosa, devotas al amor verdadero.
Mujeres vs mujeres
Con los años cincuenta impregnados de mucho rosa y las mujeres ocupando "trabajos de cuello ROSA” orientados al cuidado como enfermeras, profesoras, secretarias y esteticistas, en paralelo, nacía la segunda ola feminista que peleó por la igualdad y los derechos reproductivos.
Las feministas, en su proceso de querer ser tomadas en serio, renunciaron a su hiperfeminidad. Es decir que, para romper con el imaginario de lo que era ser mujer, evitaron y criticaron “cosas femeninas" como el maquillaje, los tacones o la moda y adoptaron actitudes del rol masculino para ser vistas como iguales.

Protesta contra Miss America en Nueva Jersey conocida como "la quema de brasieres"
Cabe aclarar que las feministas de la segunda ola, NO son las culpables de la demonización de lo hiperfemenino, por el contrario, fue la cultura popular y el patriarcado quienes las llevaron a tomar una actitud “not like other girls” y a quejarse del canon de la mujer de los años cincuentas que se adornaban principalmente para la mirada masculina.

No soy como las otras
Para explicar cómo es esa actitud de "not like other girls" pondré ejemplos de caricaturas cercanas a mi generación. Chicas que se ven más interesantes por tener personalidades contrarias a los estereotipos femeninos. Este patrón lo personifican Spinelli de Recreo (1197) o Daria (1997).

Por un lado, está Ashley Spinelli quien prefiere ser llamada por su apellido por la representación que tiene su nombre en el contexto escolar.
Quiere evitar a toda costa el estar vinculada con sus tocayas, las Ashleys, unas chicas remilgadas, femeninas que se oponen durante toda la serie a la naturaleza ruda y rebelde de Spinelli.

Y pasa casi lo mismo con Daria Morgendorffen, quien tiene como rival a su hermana Quinn. Daria, una chica intelectual, antisocial y sarcástica, encuentra en su hermana lo opuesto a sus ideologías.
Quinn, según ella, solo se preocupa por verse bien, ir de compras, ser popular y volver locos a los chicos.
Entonces, "not like other girls" es el arquetipo de una chica que evita y critica a toda costa a mujeres con actitudes del rol femenino porque cree que no tienen personalidad, son aburridas y por ende, las considera algo inferiores.

El mito de las rubias tontas
Las antagonistas del arquetipo anterior, son las hiperfemeninas. Vamos entonces al principio del milenio. Con beeppers, sudaderas terciopeladas y en estreno, Miss Simpatía (2000), Mean Girls (2004), La casa de las conejitas (2008), los ejemplos perfectos para describir a las "bimbo". Un estereotipo machista hollywoodense para describir a la "rubia tonta", esas que tanto critican Spinelli y Daria.

En italiano, bimbo significa bambina que traducida al español sería niña. Pero la palabra se usó como un insulto del que se adueñaron los paparazzi norteamericanos para referirse a una mujer adulta con actitudes "inmaduras", vendiéndolas al público como chicas manipulables, promiscuas y con un IQ muy debajo del promedio.
La primera aparicion de una "bimbo" fue en 1925 en un comic. Anita Loos, actriz y escritora, publicó para Harper's Bazaar una tira ilustrada donde la protagonista era una flapper que usaba su sexappeal para obtener dinero y regalos. ¿Suena familiar? claro que sí, pues años más tarde llegó a la pantalla grande con Marilyn Monroe representando a una rubia tonta conocida como Lorelei Lee en "los caballeros las prefieren rubias".

Incluso Barbie, la independiente muñeca Mattel, que ahora está lejos de ser una rubia tonta, tuvo como predecesora a la "bimbo" llamada Lilli, una muñeca alemana de 1955 nacida de un comic escrito por Reinhard Beuthien para Bild, un periódico alemán.
Lilli era una secretaría sensual, cazafortunas que se vestía y desvestía en las viñetas.

Y no puedo dejar por fuera a Paris Hilton o las conejitas Playboy que dentro y fuera de la pantalla posaban con ombligueras, descaderados, microfaldas y MUCHO ROSA. Elecciones que reforzaron el estereotipo de “rubia tonta” y que generó una violencia simbólica en la que nadie quería ser percibida de esa manera por tener ciertos gustos "femeninos".

Qué difícil es ser yo

En latinoamérica tenemos nuestras propias rubias queridas por todo el continente. Desde Patricia Fernandez de Betty la fea (1999) hasta Mia Colucci de RBD (2004) o Natalia París; Paola Argento y Kelly Rocha de Casados con hijos en la versión argentina y colombiana e incluso, en españa, Candela de Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988).

Quienes con sus gustos, gestos y vestuario, aparte de la forma en la que hablaban, generaron en el pasado, cierta misoginia interiorizada en otras mujeres que aunque las querían como personaje, rechazaron y evitaron la hiperfeminidad fuera de la pantalla porque no querían ser vistas como ridículas.
La coincidencia para encontrar personajes parecidos, demuestra lo normalizado que están los estereotipos hiperfemeninos en el imaginario colectivo universal. Es típico que las "chicas malas" de la televisión sean "hiperfemeninas", amen el rosa, se comporten igual y tengan una imagen antagónica casi uniformada con estilos preppy o coquetos y cabellos claros. Sin embargo, es paradójico que se ridiculice la feminidad cuando a su vez se exige.

Pinky promise
Desde que estoy en TikTok, he descubierto una colección gigante de lo que llamo minisubculturas porque son estilos súper específicos que redefinen conceptos antiguos. En este caso el "Bimbocore", un acto de contracultura frente a lo que tiempo atrás se consideró como debilidad.
Este estilo de vida actual, recoge lo que reflejó Nicki Minaj en 2010. Un ícono hiperfemenino que impregnó la imagen del rap con estampados rosados y abrió de cierta forma el camino para la libertad conceptual que tienen raperas como Doja Cat, Ice Spice, Iggy Azalea.
Desde ahí, muchas mujeres abrazaron de nuevo sus gustos girly pues Nicki los normalizó sin verguenza dentro de una cultura dominada por códigos estéticos "masculinos".

Yo sé que muchas alguna vez rechazamos lo femenino por querer alejarnos de lo tonto, infantil o sin personalidad. Al fin y al cabo crecimos con el cine occidental que enfrentó a las mujeres en un universo cinematográfico en el que coexisten como enemigas. Pero me hace muy feliz que ahora ya no es aceptable decirle a las chicas que renuncien a las cosas que disfrutan por ser percibidas como infantiles.
No está mal no ser femenina, ni está mal serlo, lo que no cuadra es demonizar la feminidad por estar asociada a estereotipos machistas del pasado.
Se han preguntado ¿Por qué a los hombres NUNCA se les prohibe nada? si siguen disfrutando los comics, los videojuegos ya de grandes son 'dedicados' pero, se burlan de las mujeres adultas que escuchan boybands o coleccionan cualquier cosa que las hizo felices de pequeñas porque son 'obsesionadas'. El vocabulario para describir lo femenino y lo masculino es muuuuuy diferente. Incluso hay una entrevista de Taylor Swift que lo explica (pero eso lo dejo para otro post).

En fin, mi inspiración para escribir este artículo fue Elle Woods, una bimbo que tuvo éxito intelectual sin desprenderse de sus gustos hiperfemeninos.
Un símbolo contemporáneo que está a favor de la igualdad, la diversidad y especialmente, a favor del rosa.
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